Miedo a discutir, cómo afrontarlo de un modo adaptativo
Miedo a discutir, cómo afrontarlo de un modo adaptativo
Existen parejas en las que, tras algunas primeras sesiones iniciales, parece observarse una especie de fobia a la discusión; este hecho parece que se relaciona con que la pareja en sí no vaya bien, por lo que los miembros de la misma tienden a evitar estas situaciones a toda costa. Sin embargo, ¿no discutir nunca es signo de buen curso en una pareja?
Para responder a tal cuestión, en primer lugar sería conveniente analizar el proceso por el cual se llega a la necesidad de evitación y escape de aquellos contextos en los que se pueda estar en desacuerdo con la pareja; éste sería algo así como lo que sigue:
Intento de comunicación–> Discusión –> Malestar –> Dificultad para establecer un nuevo diálogo
Observando tal gráfico, es posible darse cuenta que una de las claves es el malestar que se genera tras la discusión, y es que, sobre la base de ese malestar es más que probable que existan determinadas ideas, quizá no demasiado realistas, que lo mantengan y a su vez doten a la discusión en sí de una connotación negativa y, por tanto, de necesaria evitación.
Algunas de esta posibles ideas son las siguientes:
- “Si no estamos de acuerdo, no somos compatibles”.
- “Como no estamos de acuerdo, no me puede comprender”.
- “Es necesario siempre llegar a acuerdos en cualquier discusión”.
Del mismo modo, aquellas discusiones generadoras de malestar y sufrimiento se caracterizan, entre otras cosas, por:
- Faltas de respeto (insultos, reproches…)
- Ausencia de la escucha activa.
- Pérdida de los turnos de palabra.
Así pues, teniendo en cuenta todo lo dicho hasta este punto, cuando aparece esta cuestión dentro de una relación de pareja será necesario un trabajo profundo que ayude y logre modificar ciertas creencias y modos de actuación como:
- “En una pareja no se puede discutir, si no es que está mal” → A menudo se identifica discutir con pelear, sin embargo, más que esto la discusión llevada a cabo de un modo respetuoso, tranquilo, empático y constructivo supone un intercambio de opiniones que incluso es posible que enriquezca. Además, la concepción de la discusión como una pelea o lucha implica su afrontamiento de un modo agresivo-defensivo que en ningún caso ayudará a lograr un posible entendimiento.
En este punto, también es necesario comprender y aceptar que los miembros de una pareja son dos personas diferentes, provenientes de familias diferentes, con ideas, opiniones y costumbres diferentes; si ambos componentes fueran coincidentes completamente en todo, no serían dos sino la misma persona.
- “Si no se llega a acuerdos, no es posible acabar la discusión” → Es necesario aceptar que en ocasiones será posible llegar a acuerdos y en otras no; igualmente, también es posible detener una conversación y que ésta se retome en otro momento más adecuado si se considera que por la razón que sea no se va a llegar a buen término.
- “Es mejor callarme y no decir nada que llegara a discutir” → La discusión llevada a cabo de una forma constructiva y respetuosa no ha de conducir a nada negativo, por tanto, no es necesario que sea evitada; del mismo modo, evitar constantemente conduce a una acumulación la cual, ante la no descarga, es probable que recale en una discusión llena de reproches y finalmente generadora de nuevo de malestar.
Con todo esto, y realizando una intervención en estas y otras áreas y constructos es más que probable que la discusión en sí vaya dejando de concebirse como algo negativo y generador de malestar, para pasar a convertirse en un intercambio normal, habitual e incluso necesario en la pareja para que ésta curse de un modo sano y adaptativo.
Aida Mañero
Psicóloga