Miedo a estar solo vs. miedo a estar en pareja
En torno a las relaciones de pareja, pueden aparecer estos dos polos tan opuestos: miedo a estar soltero o miedo a que al aparecer una pareja perdamos nuestra libertad, nos volvamos vulnerables o nos expongamos a un fracaso.
Las personas que tienen miedo a estar solteras, suelen ser personas que o comenzaron con sus parejas cuando eran muy jóvenes o que han ido enlazando una relación con otra, sin pasar por un periodo de soltería.
Las parejas que se iniciaron muy jóvenes, no sólo han crecido juntos y han formado su identidad individual en torno a esa pareja, sino que no conocen otra vida adulta si no es con esa persona a su lado. Ambos miembros han formado su identidad individual compartida, sin saber dónde empieza la de uno y dónde acaba la de otro.
Aquellos que han ido enlazando una relación con otra, no han podido experimentar el periodo en el que poder reconstruir su identidad individual, siempre la han ido adaptando a sus parejas y puede costarles creer que también pueden ser felices estando solteros, que no necesitan tener una pareja para estar completos.
Tanto las personas que comenzaron muy jóvenes como aquellas que han ido enlazando parejas, se han acostumbrado a siempre tener a una pareja al lado, a pensar siempre conjuntamente, a basar su autoestima y su identidad en la pareja y por ello suelen creer no poder vivir sin ella. En muchas ocasiones, estas parejas son felices, pero en otros muchos casos, el miembro que teme estar sólo ya no lo es, y el miedo a imaginarse sin alguien al lado con el que quedar los fines de semana, a que no haya una persona que todos los días te pregunte como estas, el no tener relaciones sexuales de manera estable, el romper con la familia política o con los amigos o tener que ir solo a los eventos familiares; el miedo a pensar en SER SOLTERO o el tener que volver que volver a buscar una pareja… Hacen que aparezca una gran angustia y malestar, que se bloquee y que aunque no sea feliz, como se ha convertido en una relación basada en la dependencia y no en el amor, prefiera seguir donde está para evitar enfrentarse a su más temido miedo: estar soltero.
Pero también existe la otra cara de la moneda, las personas que llevan tanto tiempo solteras que han aprendido a tener su propio espacio y el pensar en tener una pareja, dar explicaciones, el dejar de hacer siempre lo que quieren o el dejar de sólo pensar en uno mismo para empezar a pensar en dos, les produce vértigo y ansiedad. Se han acostumbrado a estar solos, a tener muchos amigos a los que ver y muchas cosas que hacer, y no necesitan a una persona que cada día se preocupe por ellos, porque han aprendido que se pueden cuidar solos. Suelen ser personas que en un momento dado sufrieron un muy doloroso desengaño amoroso y quisieron tomarse unas “vacaciones” del otro género alargándose de manera indefinida, o personas que quizá durante un tiempo buscaron a alguien con el que abandonar su soltería y como no aparecía, se cansaron de esperar y se acostumbraron a su independencia.
Este grupo de personas suelen entrar y salir de relaciones poco duraderas, ya que en cuanto notan que disminuye su independencia, que tienen que dar explicaciones a alguien más que a sí mismo, se asustan y aparecen miedos como el miedo al fracaso, el miedo a que vuelvan a hacerle daño, el miedo a volverse vulnerable, el miedo a que vuelvan a traicionarle, el miedo a no saber si saldrá bien… y salen corriendo de esa relación con argumentos que para esa persona son muy sólidos, pero en realidad simplemente, se reducen al miedo. O puede que ya ni intenten buscar a alguien, que su miedo se disfrace de argumentos como “qué pereza” o “yo paso de parejas, sólo dan problemas”.
En los dos casos hay que hacer una readaptación de la identidad de la persona; los primeros tienen que aprender a formar su identidad y su espacio sin la necesidad de una pareja, reencontrándose así mismo y aprender a sentirse bien solos; y los segundos tienen que aprender a compartir no solo su identidad con una nueva persona, sino su espacio y su independencia, comprobando que el hecho de compartirlo no implica perderlo.
Ambos miedos, como todos los “miedos a ideas”, son muy difíciles de reconocer que están ahí, que no actuamos por todos esos argumentos tan sólidos que nos creemos, sino movidos por el miedo. Y a todos nos viene a la mente algún amigo o conocido que ha estado o está en alguna de esas situaciones… pero ahora, ¿tú eres capaz de reconocerte a ti mismo si alguna vez has estado o estás en alguna de esas situaciones?
Carolina Deleito
Psicóloga