La convivencia ¿Mata la pasión? Aida Mañero Ocarranza
Muchas son las dudas que pueden surgirles a los miembros de una pareja cuando ambos se plantean la posibilidad de comenzar un proyecto vital común en el que convivir juntos bajo un mismo techo. Y es que estas dudas no necesariamente han de aparecer cuando la pareja no está totalmente consolidada o cuando existen discrepancias entre los miembros, sino que también es habitual que se manifiesten aun cuando la pareja está bien y es sana, puesto que supone un cambio en el ciclo vital en donde es necesario el desarrollo de nuevas habilidades y capacidades para lograr la adaptación.
Las dudas y preguntas que surgen al respecto pueden ser del tipo: ¿seremos capaces de convivir juntos?, ¿nos adaptaremos cada uno a los hábitos y costumbres del otro?, ¿matará la convivencia la pasión?, ¿será nuestra convivencia como yo la imaginaba?…
No hay duda de que, como se indicaba arriba, el inicio de la convivencia en pareja supone un cambio importante en la trayectoria vital, no obstante, dicho cambio no tiene porqué significar algo negativo, sino que es muy posible que el mismo implique retos que superar y probablemente aspectos nuevos hasta ahora desconocidos que aprender, todo depende del prisma y de la actitud con la que se afronte. En este sentido, es interesante que los miembros de la pareja no lo esperen y lo visualicen de una forma idealizada y probablemente poco real; sería más adecuado que se plantease como algo real en donde se ganarán muchas cosas en detrimento de algunas otras pocas.
Así pues, y tomando como referencia uno de los “ejes del amor”, a saber, “conocimiento – desconocimiento”, en este sentido es posible afirmar que al comenzar la convivencia, se gana en conocimiento de la pareja, de sus hábitos y costumbres diarias, lo cual es probable que haga algo menos atractivo al otro y disminuya la atracción que ostenta a menudo lo desconocido; no obstante, una vez que se decide dar el paso e iniciar la convivencia también se incrementa la intimidad y complicidad entre los miembros de la pareja, dos aspectos de suma importancia para el buen funcionamiento de la misma.
Igualmente, este paso se considera de gran relevancia por el simbolismo que entraña ya que el compartir un espacio de convivencia también significa el inicio de la creación de un espacio único de la pareja, representa la construcción de su propio mundo particular y privado en el que se desarrollará su día a día, y en el que tendrán lugar muchos de los momentos más relevantes de su vida.
Con todo esto, es posible concluir que el inicio de la convivencia en pareja supone tanto para la misma en su conjunto, como para sus miembros de forma individual, la ganancia de muchos aspectos y la pérdida de algunos otros; supone un cambio y como todo cambio implica un mínimo de riesgo, la clave está en valorar si los aspectos positivos superarán a los negativos y decidir en función de ello.