Las 3 cajas de la pareja
A menudo, cuando se piensa en una pareja viene a la cabeza la relación existente, los gustos comunes, el ocio compartido… en definitiva, todo aquello que se comparte. Pero ¿qué hay de la parte propia de cada uno de los miembros de esa pareja?
En este sentido, cuando se trabaja en terapia de pareja frecuentemente resulta útil a los profesionales el empleo de la metáfora de las “tres cajas” para ejemplificar este hecho.
Imagínese el lector tres cajas; una de ellas está compuesta por todas aquellas cosas relativas a la pareja, las otras dos por todo eso que compone la parte individual de cada uno de los miembros de esa diada:
Miembro 1 Pareja Miembro 2
¿Qué ocurre si únicamente se encuentra llena la “caja pareja”?
En este caso ambos miembros de la pareja se centran únicamente en la misma sin tenerse en cuenta como personas individuales. De este modo, por un lado dichos miembros a menudo se encuentran incompletos y es posible que vacíos ya que únicamente cubren una parte de sus necesidades y de las áreas de su vida. Por otro, es común que la propia relación de pareja llegue a agobiar y saturar, de forma que finalmente lleguen los problemas por ese exceso de miramiento. Además, en estos casos la relación de pareja puede verse ahogada ya que no existe leña que proporcionar para que continúe viva la llama, puesto que lo individual (esa leña) está vacío. Así el hipercuidado de la pareja en estos casos, conlleva inevitablemente al hipocuidado propio de un miembro individualmente abandonando sus propias necesidades e incluso su propia persona.
Un ejemplo de este caso lo constituyen las personas dependientes emocionalmente, las cuales para “ser” necesitan de otro al lado por lo que cultivan en demasía la relación para no ser abandonados y conjuntamente se descuidan a sí mismos.
¿Qué ocurre si únicamente se encuentran llenas las cajas de cada miembro individual?
En esta ocasión la situación es la contraria, a saber, cada miembro de la pareja solamente llena su caja propia alimentando sus necesidades individuales, sin embargo, no arroja lo suficiente en la caja de pareja. Dada esta situación, la pareja se ve vacía y abandonada ya que sus miembros parecen no mirar hacia ella, sino que más bien se centran en su individualidad. Ante esto, es evidente que la pareja no pueda rodar en condiciones puesto que cada individuo que forma parte de ella no la alimenta, por tanto, en caso de no poner solución, es previsible que cada vez se sientan más lejos el uno del otro. Por tanto, el propio hipercuidado conduce casi sin remedio al hipocuidado de la pareja.
Un ejemplo de esta situación lo constituyen personas con tintes narcisistas a las cuales les es complicado atender sus necesidades al tiempo que prestan atención y cuidados a los otros; dado que prima más lo propio, a menudo se centran tanto en esto que descuidan o abandonan lo compartido o del otro.
Así pues, vistas ambas posibilidades, se evidencia la necesidad existente de que las tres cajas permanezcan llenas, o al menos con contenido, ya que tanto en uno como en otro caso la pareja se verá afectada irremediablemente. No es posible cultivar una pareja si uno mismo no se cuida y, al contrario, no es posible centrarse sólo en uno mismo y que la pareja no se resienta.
Aida Mañero Ocarranza
Psicóloga