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¿QUÉ HACER CUANDO PARECE QUE YA ESTÁ TODO HECHO? Aida Mañero Ocarranza

Las parejas pasan por una serie de etapas a lo largo de su historia entre las cuales es posible encontrar las siguientes (adaptación de Ochoa de Alda, 1995):

–        Pareja recién casada o iniciada la convivencia.

–        Nacimiento de los hijos.

–        Familia con hijos adolescentes.

–        Independización de los hijos.

–        Ancianidad.

La transición de una a otra etapa siempre constituye un reto, pero también supone aprendizaje y avance. Se trata de una situación ante la cual es necesario desarrollar ciertas habilidades que permitan un funcionamiento adecuado y óptimo, las cuales vendrán determinadas en función de cada fase.

No obstante, parece que la etapa en la que los hijos se van de casa, se independizan e inician una nueva vida por separado de sus padres, constituye para estos últimos una crisis especial puesto que los últimos años de su vida sus hijos han sido una parte muy importante a la que se han dedicado, y hacia la que debían dirigir muchos de sus esfuerzos. Así pues parece que cuando los hijos se van de casa, consiguen sus trabajos, encuentran a sus parejas… ya está todo hecho y hay poco más que realizar. Ante esta situación es habitual que la pareja se pregunte qué hacer de ahora en adelante, si ya parece que todo lo que debían realizar está cumplido. A esta posible sensación de vacío hay que añadirle en algunos casos, el temor que para algunas personas supone el cumplir años y acercarse a la vejez.

En estos casos es importante que la pareja se de cuenta y sea consciente de que aun le quedan muchas cosas por hacer y sobretodo por disfrutar, ya que se trata de una etapa en la que, efectivamente se ha cumplido ya con la mayoría de las obligaciones y, por tanto, hay una mayor cabida para el disfrute y la realización de actividades placenteras y gratificantes. Es por tanto muy conveniente aquí que la pareja busque y encuentre hobbies y aficiones o bien nuevas, o bien antiguas que años atrás se dejaron algo apartadas. También es acertado que, además de cultivarse como pareja, cada uno de sus miembros se dedique un tiempo a sí mismo de forma individual y personal, un tiempo que sirva para contribuir al crecimiento y a la satisfacción personal.

Del mismo modo, para que esta fase se complete de una forma saludable y adaptativa, tanto para la pareja en sí como para los hijos de la misma, es necesario que se produzca, y al mismo tiempo se favorezca, una aceptación de la salida del hogar de los hijos, los cuales ya son adultos y, por consiguiente, se les tratará como tales. Igualmente, si esos hijos adultos tienen descendencia a su vez, esta será la etapa en la que se adoptará y se ejercerá el rol de abuelo/a que frecuentemente tantas gratificaciones supone.

Por tanto, esta etapa no significa un final completo lleno de vacío, más bien se trata del fin de un periodo y del inicio de otro, en el que igualmente quedan cosas nuevas por hacer, cosas que aprender, aspectos que retomar y papeles nuevos que adoptar, todos los cuales contribuirán al bienestar y la satisfacción que supone una vida plena.

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