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“Si mi pareja no sabe lo que necesito en todo momento, es que realmente no me quiere”

Es frecuente encontrar en la práctica clínica diaria, parejas a las cuales esta afirmación parece complicarles en gran medida, tanto en la relación en sí como en su día a día.

 Si se intenta desgranar un poco esta idea, se puede descubrir que en su origen se haya la creencia errónea de que el otro miembro de la pareja puede estar en todo momento “inmerso” en la mente del otro porque “le conoce de sobra”, algo que si se intenta analizar detenidamente, a todas luces se considera imposible puesto que ambos son personas diferentes, con ideas y razonamientos distintos aunque compartan otros muchas.

 Esta afirmación es especialmente frecuente en aquellas parejas que ya llevan varios años juntos de relación; se tiende a creer que al ser las dos mitades de una misma naranja, los pensamientos, ideas, razonamientos y sentimientos son los mismos y se llega a una relación de simbiosis total. Sin embargo, en este punto es necesario desmentir la idea habitualmente transmitida de la “media naranja”; puesto que los miembros de una pareja son piezas diferentes provenientes de otras distintas que conforman una entidad nueva, no partes de una misma cosa (naranja).

 Con esto, el partir de esta idea equivocada, tiene consecuencias igualmente erróneas y al mismo tiempo generadoras de malestar en la pareja, ya que “si mi pareja no sabe lo que necesito o siento en todo momento”, esto conduce al enfado “porque no me entiende o no me tiene en cuenta todo lo que debería”. De este modo se cae en una conclusión que además de falsa, conlleva en múltiples ocasiones a la propia inmovilidad a la espera de que el otro se dé cuenta y responda como se necesitaría.

 De este modo, cayendo en dicha inmovilidad, los errores en los que se tropieza son, entre otros los siguientes:

  •  No pedir aquello que se necesita, esperando a que el otro lo “adivine”.
  •  Temor a pedir porque “si no ya no seríamos una pareja perfecta y compenetrada”.
  •  Esperar de forma pasiva a algo que quizá no llegue.
  •  Construir una idea equivocada de la propia pareja la cual en lugar de acercar, aleja más a sus miembros.

 Así pues, en vista de lo expuesto, parece más sano poder concluir que “la propia pareja es una persona diferente a mi con la que comparto numerosas ideas, pero que también tiene las suyas propias las cuales pueden no coincidir con las mías”. Igualmente, llega a ser más funcional y menos generador de malestar el aceptar que es inteligente y útil pedir en ocasiones lo que se necesita al otro, sin esperar que éste lo vaya a cumplir sin que se le solicite.

Aida Mañero Ocarranza

Psicóloga

 

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