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Duelo ante una ruptura. Aida Mañero Ocarranza

Se sabe que la separación sentimental puede llegar a constituir uno de los acontecimientos vitales más estresantes. Por esto, cuando se habla de la ruptura de una pareja es necesario tener en cuenta que el proceso por el que van a pasar cada uno de sus miembros es un proceso de duelo durante el cual se observarán etapas y fases similares a las que aparecen ante el fallecimiento de un ser querido. Y es que puede parecer que al hablar de separación sentimental no existe un duelo como tal, ya que las personas implicadas se sabe siguen estando y no desaparecen físicamente como en el caso de una muerte.

Las etapas que conforman un duelo por la ruptura con la pareja son las siguientes:

–        Fase de negación a uno mismo de que haya ocurrido la pérdida y ruptura sentimental.

–        Fase de enfado con uno mismo en primer lugar, por haber permitido la pérdida; posteriormente puede evolucionar hacia un enfado contra el otro miembro de la pareja por los mismos motivos, es decir, por considerar no haber luchado para evitar la ruptura.

–        Fase de dolor emocional, dónde aparecen la culpa, la tristeza y el dolor que supone la separación, así como a la sensación de pérdida. En esta fase es más que probable encontrar la aparición de creencias irracionales relacionadas con la pareja que dañen al individuo, las cuales será necesario reestructurar para poder continuar adelante. Algunos ejemplos de estas ideas son “no volveré a encontrar pareja”, “ya no sé vivir solo/a”…

–        Fase de aceptación, en la que se asume la pérdida y la ruptura sentimental de una forma constructiva, sin ser considerada un fracaso sino más bien algo de lo que se ha aprendido y que ha formado parte de la propia vida.

Como se observa, las fases que atraviesa un sujeto que haya pasado por una separación son bien similares a las de cualquier otro tipo de duelo y producen igualmente un profundo dolor, si bien en este caso concreto existen algunas características que es necesario tener en cuenta y que a su vez lo hacen peculiar. Algunas de estas características son:

–        La otra persona no desaparece físicamente, con lo que se trata de un proceso de duelo algo ambiguo ya que el otro sigue “existiendo”.

–        Esta existencia puede contribuir a alimentar la esperanza de una reconciliación, lo cual dificulta el proceso de duelo.

–        Esta ambigüedad se incrementa en el caso de que existan hijos de por medio, ya que se pierde a la pareja, pero ésta continua siendo padre/madre de los niños de ambos.

–        Una separación se puede decidir, cosa que no ocurre con un fallecimiento que generalmente viene impuesto; ésta puede ser bien por mutuo acuerdo lo cual supondrá un menor dolor, o bien más motivada por una de las partes, lo cual generará más malestar en el “dejado”.

–        En ocasiones, los procesos judiciales para lograr la separación o el divorcio obligan a los miembros a encontrarse, lo que dificulta el avance del proceso de duelo especialmente si la persona se encuentra en las primeras etapas descritas.

En estas ocasiones es difícil superar la situación y es necesario el solicitar ayuda a un profesional para que nos acompañe en el nuevo camino.

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