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Los juegos de poder en la pareja. Aida Mañero Ocarranza

A lo largo de su desarrollo, la estructura y conformación de la pareja va evolucionando, modificándose y variando, todo ello como consecuencia de la etapa en la que se encuentre dicha pareja y de las experiencias vividas por los miembros que componen la misma. Esta evolución supone cambio, flexibilidad y por tanto ausencia de rigidez todo lo cual a su vez facilita la continuidad de ese desarrollo necesario, al tiempo que evita el estancamiento.

 Y es que lo favorable para la continuidad de la pareja es la posibilidad de alternancia entre fases de simetría de los componentes, donde ambos ocupan un puesto similar a un mismo nivel, y fases de complementariedad, donde un miembro ocupa una posición superior o “up” y otro inferior o “down”. Estos dos modos de interacción no son buenos o malos en sí mismos sino por la rigidez o flexibilidad con que se den.

 Así, es frecuente encontrar en la práctica terapéutica parejas que acuden a consulta y en las que se observa un estancamiento en alguna de esas fases, y más concretamente en lo relativo a la complementariedad que se evidencia rígida y con poca posibilidad de cambio. En esta situación, y como se mencionaba anteriormente, un miembro de la pareja ostenta una posición superior y el otro una posición inferior y es aquí dónde, si existe demasiada rigidez, hacen aparición los juegos de poder entre los componentes, a menudo tan peligrosos y desestabilizadores, los cuales favorecen una polarización aun mayor. En estos juegos disfuncionales existentes a causa del estancamiento se aprecia cómo aquel que se encuentra en una posición superior hace uso de la misma para su propio beneficio intentando perpetuar esa situación, al tiempo que el miembro que ocupa la posición “down” se esfuerza por sacar todo el partido posible de ella, ya que aunque parezca paradójico esa disposición también otorga un poder bastante considerable.

 Con esto, llegado este punto es posible preguntarse entonces ¿encontrarse en una aparente situación de inferioridad, a causa por ejemplo de una enfermedad, puede otorgar poder de algún modo a esa persona?, y más aun ¿puede darse la situación en la que esa persona con una supuesta posición “down” intente mantenerla y obtener beneficio de ella? Si la respuesta a estas cuestiones fuese afirmativa, en efecto se estaría ante una evidente situación de juego relacional de poder entre los miembros componentes de la pareja, en la que ambos encuentran un beneficio considerable a su posición y por consiguiente desean mantener la misma, cayendo así en una polarización y estancamiento que imposibilita el cambio y alternancia necesarios.

 No obstante, es más que probable que este tipo de juego desgaste a los sujetos inmersos en él y llegue un punto en el que alguno de ellos no sea capaz de soportarlo, momento en el que se intente un cambio, el cual quizá ya no sea posible que se consiga sin ayuda profesional debido a la fuerza y poder que ha obtenido el propio juego de poder.

 

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